Matando moscas a cañonazos

La alcaparra atrae a las crisopas, voraces depredadoras de las larvas del Prays Oleae

La alcaparra atrae a las crisopas, voraces depredadoras de las larvas del Prays Oleae

La agricultura “moderna” en esas anda: En matar las moscas a cañonazos como dice el refrán. Pero en este caso literalmente.

En plan Tercer Reich, las multinacionales de la química aplicada al agro nos plantean la “Solución Final” para todo insecto que ellos consideren inadecuado para la “moderna”, “productiva” y “eficiente” agricultura que defienden.

Primero empezaron con los transgénicos. Y las grandes compañías vinieron vendiéndonos sus bondades: mayor producción, innovadora tecnología “verde” al aplicarse menos herbicidas y seguridad alimentaria a prueba de bombas. Pues ni lo primero, ni lo segundo, ni lo tercero y gracias al rechazo ciudadano recientemente Monsanto decide retirarse de Europa «por falta de perspectivas comerciales».

Pero como en los tebeos de Astérix pero al revés, un país resiste y sigue promocionando los transgénicos. ¿Adivinan? Pues sí, España. En el último año se ha incrementado la superficie en un 20%, creciendo el número de hectáreas dedicadas a estos cultivos. Acaparamos el 67% de los experimentos al aire libre de este tipo de organismos y el 90% de los terrenos con organismos modificados genéticamente de Europa.

Para más INRI, nuestro Ministro de Agricultura decide no publicar el registro de las fincas donde se están cultivando transgénicos en el país: “teniendo en cuenta las trayectorias de algunas organizaciones y los actos vandálicos que a veces realizan”. España siempre fue puntera en Europa en temas de libertades, transparencia, avances científicos y modernidad.

Después intentaron prohibir el intercambio de semillas entre particulares en la “Ley de Material Reproductivo de las plantas”, que gracias a la protesta de miles de personas en toda Europa no pudo llevarse a cabo.

Y para colmo de los colmos leo que la empresa británica Oxitec intenta utilizar nuevamente España para un experimento en el que se plantea la “Solución Final” para la “terrible” plaga de la mosca del olivo (Bactrocera oleae).

El experimento, de llevarse a cabo, se realizaría en Tarragona en una parcela de 1600 metros cuadrados, ocupada por 48 olivos. Se liberarían moscas macho modificadas genéticamente que al aparearse con las salvajes harían que las hembras de la descendencia murieran en la fase larvaria.

Sería el primer caso en Europa de liberación a la naturaleza de animales modificados genéticamente.

Éstas empresas, no sastifechas con acabar con las colonias de abejas de todo el mundo, intentan acabar con todo bicho viviente, incluidos nosotros, sea como sea.

En el caso de las abejas, los últimos estudios han descubierto que la gran cantidad de plaguicidas que se emplean en la moderna agricultura las está debilitando y matando. La agricultura actual se plantea como una nueva religión en la que la química se erige en Dios y sus beneficios no son nunca cuestionados. Países como Francia, Alemania o Italia que hace años  prohibieron  los insectidas para tratar semillas con Imidacloprid, Thiametoxam y Clotianidina en cuatro cultivos (algodón, maíz, girasol y algodón ) no observaron descensos en la producción. Las que sí registraron descensos en las cuentas de resultados fueron Bayer y Syngenta.

 Parece ser que éstas empresas y sus técnicos, dentro de los cuáles debe haber algún que otro biólogo, no asistieron a clase el día que se explicó el tema del equilibrio en los Ecosistemas, de que en los Ecosistemas todo está relacionado y de que no se pueden alterar los mismos a gusto del ser humano, porque tarde o temprano lo pagaremos.

Pronto se olvida el Control Integrado de Plagas, el Nivel de Daño y el Umbral Económico, el Manejo Ecológico de los cultivos y la Soberanía Alimentaria.

Como dijo Einstein: ” Si la abeja desapareciera del planeta al hombre sólo le quedarían 4 años de vida” y parece que en eso estamos.

Sexo, secuestros y mentiras en el olivar

Pues ya llegamos al tema que a todo el mundo interesa. Los bien pensados imaginarán lozanas mozas corriendo semidesnudas por esos olivares de Dios, perseguidas por algún sátiro, miembro viril en ristre. Pero no, en este caso la cosa es mucho más sofisticada. En nuestros olivares se dan unas relaciones sexuales muchísimo más complicadas. Relaciones entre miembros de distintas especies, que como en los culebrones, recogen desengaños amorosos y amores no correspondidos. Pero en los que el amante despechado, como un Don Juan, vuelve a casa con una sonrisa agridulce, nunca mejor dicho.

Los seguidores habituales del blog, sabiendo del pie que cojeo, sabrán ya que estoy hablando de flores e insectos. Pequeñas flores que podemos encontrar en nuestros olivares, con unas historias increíbles que se han desarrollado a lo largo de miles de años de evolución. Flores tremendamente evolucionadas que para reproducirse han ideado las más complicadas tretas. Hoy hablaré de dos especies que por su complejidad bien merecen ellas solas un post: Ophrys lutea y Aristolochia paucinervis.

Ophrys lutea, la Flor de la Abeja Amarilla.

Ophris lutea

Ophris lutea, la Flor de la Abeja Amarilla

Es una pequeña flor de la familia de las Orquidáceas. Cuando se habla de orquídeas todo el mundo piensa en flores exóticas, tropicales, relacionadas con la aventura en selvas lejanas. Pero nada más lejano de la realidad, éstas flores están extendidas por casi todo el mundo con un gran número de especies.

Ya el nombre de la familia es puramente sexual: “Orchis” en griego significa “testículo”, haciendo alusión al tubérculo de la planta y su parecido con las gónadas masculinas. También eróticas han sido las películas que han utilizado el nombre, como en el caso de “Orquídea salvaje”, protagonizada por Mickey Rourke y Jacqueline Bisset en 1990.

En la mitología griega, Orquis es el hijo de una ninfa y un sátiro.  En una fiesta en honor del dios Dionisio (Baco), bebe demasiado e intenta violar a una sacerdotisa. Ella se defiende y pide ayuda a los animales salvajes del bosque, que le atacan y matan. Mirando su bello cadáver, ella pide a los dioses que le devuelvan a la vida, pero éstos lo hacen solo a medias y le convierten en un vegetal, la hermosa orquídea.

«Ophrys» en griego es «ceja», no sabemos si por la vellosidad de la flor o por la forma arqueada de los sépalos, y «lutea» es amarillo. Comúnmente se la conoce como Flor de la Abeja Amarilla.

Para polininizarse la flor imita la forma de la hembra del insecto polinizador con los dibujos y pelos que presentan en el abdomen. Además exhalan un aroma similar al que tiene la feromona de la hembra.  En nuestro caso los insectos polinizadores son abejas del género Andrena, que construyen sus nidos bajo tierra.

La imagen que presenta el conjunto es el de una hembra posada en una flor, como si estuviera buscando polen.

Los machos se aproximan para intentar copular con ella y lo único que consiguen es polinizar las flores. Como todos los machos, esto lo intentan con muchas flores, con lo que la polinización queda asegurada.

Este mecanismo funciona porque los machos de éstas especies empiezan a volar unos días antes de que lo hagan las hembras, coincidiendo esos días con la floración de las plantas. De ahí que ésta no dure más de 8 días. Una vez que las hembras empiezan a volar, los machos, como es lógico, pierden el interés por las flores y casi no visitan las flores.

Esta coordinación suele ser casi exacta y aún es un misterio como funciona el reloj biológico de la flor para adaptarse al insecto y a los primeros vuelos de los machos.

En el caso de bosques, la presencia numerosa de orquídeas es sinónimo de la buena salud de los mismos. Por lo que la aparición de éstas flores en nuestros olivares certifica mejor que cualquier organismo administrativo el manejo sostenible de la finca donde aparecen.

Aristolochia paucinervis o Aristoloquia.

Aristolochia paucinervis

Aristolochia paucinervis o Aristoloquia

Otra pequeña planta rastrera, que a menudo pasa inadvertida y que podemos observar también en nuestros olivares. En éste caso la conducta sexual de la interfecta puede ser punible por la ley porque al engaño añade el secuestro.

Su nombre deriva del griego “aristos”, que significa “que es útil”  y  “locheia”, cuyo significado es “nacimiento”, por su antiguo uso en su ayuda en los partos. Sin embargo, según Cicerón, la planta lleva el nombre de un tal «Aristolochos», que a partir de un sueño, había aprendido a utilizarla como un antídoto para las mordeduras de serpiente.

“Paucinervis” viene del latín y significa “poco veteado”, haciendo alusión a la flor. Vulgarmente se la conoce como Aristoloquia.

Pues bien, esta planta, menos espectacular que sus parientes tropicales como en el caso de las orquídeas, usa para poder polinizarse una flor-trampa de forma tubular y con la base engrosada. Los insectos que la polinizan son dípteros, es decir, moscas, mosquitos y mariposillas nocturnas.

Ésta flor exhala un olor a carne descompuesta, que junto al color amarronado-violáceo que adquiere, la hace irresistible para éstos insectos, que entran en ella para alimentarse. Entrar entran, pero no pueden salir porque la flor está tapizada de pelillos rígidos orientados hacia abajo que impiden la fuga del incauto insecto.

El secuestro puede durar varios días y a fin de mantener con vida al prisionero la flor segrega néctar rico en azúcares. Para evitar autopolinizarse la flor no suelta su polen hasta que los ovarios no se han fecundado con el polen proveniente de otra planta.

Una vez consumado el acto los pelos se marchitan y se pliegan sobre la superficie dejando vía libre al insecto, que como su memoria no es muy grande volverá a caer, no sabemos si voluntariamente o no, en el engaño de otra planta.

El olivar, como hemos dicho más de una vez, atesora cultura e historias dignas de cualquier gran documental de National Geographic, sin necesidad de trasladarse al Serengueti, ni a las grandes Selvas Tropicales. Eso sí siempre a una escala muchísimo menor, pero no por eso menos interesante.

Necesitamos un olivar sostenible para garantizar la pervivencia del cultivo en las actuales circunstancias. Por eso debemos conocer el ecosistema y mantenerlo, a la vez que aportarlo como un valor añadido a la hora de promocionar el producto.

Por eso, como en El Principito, es importante  “ …..que conozca yo una flor única en el mundo que no existe en ninguna parte salvo en mi planeta, a la que un corderito puede aniquilar de un golpe, así sin más, una mañana, sin darse cuenta de lo que hace……”.